¿Por qué hacer el bien…?

Todos estamos llamados a hacer el bien, más allá de que seamos creyentes o no creyentes, e independientemente de la religión que, en su caso, profesemos.

Aunque las enseñanzas del Evangelio nos invitan a hacer el bien, por el bien mismo, es necesario comprender que, humanamente, al bien se lo realiza, en lo esencial, por dos motivos: por amor o por misericordia.

Hacemos el bien POR AMOR cuando sentimos una profunda adhesión hacia la persona o las personas sobre las cuales recaerán nuestras buenas acciones.

Lo propio del amor auténtico es buscar y hacer el bien para el ser amado.

Hacemos el bien POR MISERICORDIA cuando nos sensibilizamos ante las miserias, las carencias, los sufrimientos y las necesidades ajenas, y tratamos, de alguna manera, de aliviarlas.

Precisamente, la palabra “misericordia”, se deriva de dos vocablos latinos “missere” (miseria, necesidad) y “cor”, “cordis” (corazón). Sentir Misericordia es, entonces, “tener corazón para con la miseria”.

El Diccionario de la Real Academia Española, define la Misericordia como la “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos.”  La misericordia es definida también como “un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles.”

Pero no se trata de un simple sentimiento estéril, como la pena, o la lástima, que puede quedarse sólo en eso, hasta desvanecerse luego. La misericordia, en cambio, impulsa a la acción. La Misericordia no solamente se siente, sino que se la hace.

Escribe el Papa Francisco:

“Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación.

Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.

Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.” (Papa Francisco: Misericordiae Vultus, N° 2. Bula con la que convoca al Año de la Misericordia)

Ver Documento Completo.

La “solidaridad”, que bien pudiera ser considerada como un tercer motivo o móvil para hacer el bien, es definida en español como la “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. (RAE).

Las adhesiones “circunstanciales”, eventuales, temporales, no son suficientes.

La incapacidad para hacer “propia” la causa “de otros”, siempre limita el compromiso, y en consecuencia, le pone un freno a la ayuda, a la acción humanitaria.

Por ese motivo, aunque nuestro Apostolado procura promover la solidaridad entre sus más alejados simpatizantes, y entre los seres humanos todos, lo hace sólo como un inicio, como un primer paso en la promoción de la Misericordia, pues en ésta (en la Misericordia), el deseo de ayudar no es transitorio, sino sostenido, lo ajeno comienza a sentirse propio, el corazón se abre y se brinda para ayudar a quienes lo necesitan.

El Apostolado de la Nueva Evangelización:

Nuestro Apostolado, surge con un propósito y una misión muy clara: Debemos promover una Cruzada Mundial de Amor y de Misericordia. De ese modo promoveremos el bien común.

Como muchas instituciones en el mundo, queremos que la vida en esta tierra sea mejor para todos sus habitantes: una vida más plena, más agradable, más digna… que sea una vida que, para todos, realmente valga las penas y supere los sinsabores que no se pueden evitar.

La particularidad de nuestra institución, que la distingue de muchas organizaciones filantrópicas, está en que promovemos la CARIDAD por la FE en Dios, y por la ESPERANZA de alcanzar sus promesas:

“Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del Reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.” (Mt 25,34-38)

No se trata de una “negociación”, sino de un compromiso. No es una opción, sino una obligación cristiana. La vida se nos va a cada instante, y las oportunidades de hacer el bien que se pierdan, pueden no volver a presentarse.

¿Cómo puedo ayudar ahora?

Hay muchas formas de relacionarse con el ANE; muchas maneras en las que, por medio de esta Obra, tú puedes hacer el bien. Lo importante es discernir cuál es tu vocación: qué es lo que estás llamado a hacer en esta vida; pero eso puede llevar un tiempo, en el que nosotros te acompañaremos. Eso no quiere decir que dejes de hacer el bien ahora.

La vocación:

Habitualmente entendemos por “vocación” la inclinación, el interés o el anhelo que una persona siente “en su interior” para dedicarse a determinada forma de vida o a la realización de determinado trabajo, el deseo de emprender una carrera, profesión o cualquier otra actividad; generalmente cuando todavía no se han adquirido todas las aptitudes, los conocimientos y la madurez necesaria para hacerlo.

Sin embargo, en su sentido más estricto, la vocación (del latín “vocatio” = “llamada”) es un impulso o inspiración que una persona siente, procedente de Dios, para realizar el destino que se tiene en esta vida. Como su origen etimológico lo sugiere, se trata de una llamada, que no conviene dejar de oír.

La vocación de los laicos consiste en buscar la voluntad de Dios y promover su Reino, involucrándose en asuntos temporales y dirigiéndolos al cumplimiento y la realización de la voluntad Divina.

Las vocaciones católicas religiosas y sacerdotales, son un llamado especial para dedicarse plenamente al servicio de la Iglesia, como Sacramento Universal de Salvación.

En el Apostolado de la Nueva Evangelización contamos con una serie de “vehículos”, instrumentos a través de los cuales puedes avanzar en la plena realización de tu vocación. Se trata de nuestros Ministerios de Servicio, por medio de los cuales puedes poner ya mismo las “manos a la obra”, de acuerdo con el llamado interior que sientas.