pesebre

Que es Navidad, no es novedad… ¿Que todo un dios decida hacerse hombre…? ¡Tampoco…! Encontramos, en la “teogonía”, que estudia el origen de las divinidades,  algunos dioses que decidieron pasar por la tierra en forma humana, en diversas culturas y con diversos fines…

Tampoco son novedosos los hombres que quieren hacerse dioses… más bien diríamos que ese es “el pan nuestro de cada día”… empezando con Adán y Eva, que seducidos por la tentación de hacerse como dioses, saltaron al estrellato y nos llevaron a la porra. (Gen 3,5 y ss.). Los ejemplos, hoy, sobreabundan.

Resulta, sí, novedoso, que Dios haya querido hacerse niño, y niño pobre, nacer en un recóndito pueblo y en una gruta, y comenzar a fundar, desde ese instante, con esa humilde simpleza, la religión más importante de la historia, pésele a quien le pese.

Hoy celebramos ese nacimiento, la encarnación de Dios en Jesús Niño. Creyentes y no creyentes se desean felicidad, paz y ventura.

Desde el Pesebre, el frágil Niño, que paradójicamente es también el Dios Todopoderoso, nos mira: te mira, me mira…

Su mirada de infinita ternura es también una interpelación, un llamado, un requerimiento y una demanda… ¿Qué estás haciendo, de la vida que Yo te he dado? ¿Al servicio de quién o de qué te has puesto…? ¿En qué gastas tus días, tu salud, la infinidad de talentos que Yo te he regalado…? ¿No será acaso en hacerte tu propio dios, o en servir a otros dioses tan efímeros como mundanos…?

Hace un par de horas el Papa Francisco, en su Homilía de la Misa de Gallo, que como es tradición, preside en la Basílica de San Pedro, junto a cardenales, obispos, sacerdotes, millares de fieles y miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, nos hablaba también de esta interpelación:papa-navidad-2

“Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se devora su dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes”

Son, en efecto, demasiados los niños a los que este mundo, estas sociedades que nosotros vamos edificando (o más bien destruyendo, al ceder a otros “nuestro poder” para que las mal-gobiernen y las destruyan) son en verdad demasiados los niños –decíamos—  a los que no se les permite vivir su inocencia, no se les deja disfrutar de su infancia…

En esta Noche Buena, Francisco también nos dice: “Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas”

El misterio de la Navidad, que es luz y alegría, “interpela y golpea porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza” –agregaba el Papa Francisco— «Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada. Así sucedió a José y a María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a Jesús en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada: Jesús nace rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría», explicó.

“También hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de Él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos preocupamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado.»

«La mundanidad tomó de rehén la Navidad», subrayó

En una misa celebrada en latín -con lecturas en idiomas vernáculos- marcada por la presencia de la estatuilla del Niño Jesús (que al final de la misa colocó en el pesebre) y de bellísimos coros, el Papa destacó luego el «sabor de esperanza» de la Navidad porque «a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece».

«Su luz suave no da miedo. Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil en medio de nosotros, como uno más», dijo. «No viene a devorar y a mandar, sino a nutrir y servir», agregó. Subrayó que lo entendieron, en esa noche, los pastores, que estaban entre los marginados de entonces, aunque «ninguno está marginado a los ojos de Dios y fueron justamente ellos los invitados a la Navidad».

«También nosotros dejémonos interpelar y convocar en esta noche por Jesús, vayamos a él con confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros límites… Dejémonos tocar por la ternura que salva. Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la paz, la pobreza absoluta y el rechazo», pidió.

«Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas… Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios.

Con María y José, quedémonos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí.”

Jesús vino al mundo para empezar a edificar aquí el Reino de Dios, y para enseñarnos cómo seguir construyendo ese Reino, para hacer clara, ante nosotros, la Voluntad del Padre, para ayudarnos a edificar sabiamente nuestras vidas.

¿En qué consiste entonces, el Reino de ese Dios, hecho pequeña criatura, que hoy nos interpela desde el Pesebre?

“Mi reino ya está en ustedes. Cuando aceptan Mi misericordia, cuando aceptan Mi amor, cuando aceptan Mi perdón, ustedes experimentan Mi reino en ustedes. Yo les doy la fuerza para abrir su corazón y para permitir que Mi reino los rodee más y más.

Sepan que ustedes, quienes están viviendo en Mi reino, serán el ejemplo para aquellos a quienes Yo les envío. Yo los amo, ustedes llenan de alegría Mi Corazón cuando se entregan a Mí.

(…) Si ustedes se miran por dentro, para encontrar sus sentimientos, pueden motivarlos positivamente para hacer el bien. La esencia del amor es la fe, y la fe no es un sentimiento. Es un compromiso. La paz viene a la existencia cuando están en unión, en armonía con ustedes mismos en Mi amor.

Mis hijos han conocido un sólo camino por mucho tiempo, es hora de que ellos se miren por dentro y permitan que la paz permanezca ahí. La paz del mundo viene de la paz interior. La paz es armonía y unión con el yo, el espíritu. Busquen la calma para que Mi amor permanezca. Un lugar para ustedes mismos en el que se mantengan enfocados en sus sentimientos y los dirijan en una forma amorosa, curativa y poderosa. Aquí es donde la libertad existe. La confianza en Dios a través de Mi amor, solidifica la postura de su identidad en Él.”

Les deseamos una Santa y Muy Feliz Navidad, y un 2017 lleno de paz, amor y prosperidad.

Francisco – Apostolado de la Nueva Evangelización

Fuentes: La Nación (edición digital) La Gran Cruzada Puerta del Cielo 59: Mi Reino ya está en ustedes.