Programa de ejercicios diarios
Para hacer tu consagración el 08 de diciembre, Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (*)

Primera parte: El vaciado del espíritu del mundo
Duración: 12 días
Se inicia: El 5 de Noviembre  o el 31 de diciembre
Termina: El 16 de Noviembre  o el 12 de enero

Segunda parte: El conocimiento de sí mismo. (Primera semana)

Duración: 1 semana
Se inicia: El 17 de Noviembre  o el 13 de enero
Termina: El 23 de Noviembre   o el 18 de enero

Tercera parte: El conocimiento de María. (Segunda semana)
Duración: 1 semana
Se inicia: El 24 de Noviembre  o el 19 de enero
Termina: El 30 de Noviembre  o el 24 de enero

Cuarta parte: El conocimiento de Jesucristo. (Tercera semana)
Duración: 1 semana
Se inicia: El 1° de Diciembre o el 25 de enero
Termina: El 7 de Diciembre  o el 01 de febrero

(*) Haciendo click AQUÍ, podrás ver al pie el recuadro con las fechas en las que deberías realizar cada una de las cuatro etapas, para que puedas buscar la fecha más próxima para tu consagración, si no alcanzaras a iniciar tu preparación para consagrarte en esta próxima fiesta de  la Virgen del Carmen.

DESCRIPCIÓN:
Primera parte. Los doce días preliminares: Descubriendo el espíritu del mundo 

“El espíritu del mundo, consiste, en esencia, en la negación del dominio supremo de Dios, negación que se manifiesta en la práctica del pecado y la desobediencia; por tanto, es totalmente opuesto al espíritu de Jesucristo, que es también el de María” (“Preparación para la Consagración Total “según San Luis María Grignion de Montfort Pág.8).

En esta etapa, trataremos de hacer un profundo examen de conciencia. Evaluaremos cómo anda nuestra alma y de cuántas cosas del “mundo” debemos liberarnos o desapegarnos.

Para ello, será muy provechoso que nos acerquemos frecuentemente en estos días al Santísimo Sacramento, pidiéndole al Señor, presente en el Sagrario, que nos infunda mucha luz en el discernimiento de lo bueno y de lo malo. A través de la oración permanente, podremos poner en blanco nuestra mente e ir abriendo la puerta de nuestro corazón al Rey de reyes.

Limpiaremos aquel lugar en el que queremos que Jesús sea acogido. “Esta pureza es la condición indispensable para contemplar a Dios en el cielo, verle en la tierra y conocerle a la luz de la fe” (“Preparación para la Consagración Total” según San Luis María Grignion de Montfort Pág. 8)

Se recomienda leer meditando en estos días el Capítulo 5 del Evangelio según San Mateo, muy especialmente los versículos 1al 19 y el 48; así como Mt 6,1-15 y 7 1-14.

Segunda parte. Primera Semana: El Conocimiento de sí mismo
Al entrar en esta primera semana, ya sabemos el tamaño de “cola” que arrastramos, cuánto llevamos sobre nuestras espaldas, cuánto de lo mundano nos tiene atrapados. Entonces deberemos arrepentirnos de todos nuestros pecados, pues es de suponer que ya habremos tomado plena conciencia de nuestra condición pecadora y mezquina.

Lo importante, en todo caso, es recordar que no estamos solos en esta difícil prueba, pues ahí nos espera nuestra amadísima madre que quiere consolarnos. ¿Qué madre no escucha con amor a su hijo? Pues mucho más lo hará una madre ejemplar como María, la bienaventurada “Madre de las madres”.

Postrémonos a los pies del Señor pidiéndole a María que le haga llegar todas nuestras oraciones, nuestro arrepentimiento. Supliquémosle a Dios, a través de María, el perdón por todos nuestros pecados, nuestras ofensas y nuestras culpas.

Pidámosle un profundo y sincero deseo de renunciar a nuestra propia voluntad y de cambiar, pues como dice Tomás Kempis, “necesario es que tengas verdadero desprecio de ti mismo, si quieres vencer la carne y la sangre…porque aún te amas muy desordenadamente, por eso temes sujetarte a la voluntad de otros” (Imitación de Cristo, libro III, Cap. 13)

La entrega y el sólo deseo de tener un firme arrepentimiento, te mostrarán el estado al que quedaste, reducido por tus pecados. Jesús y María te permitirán ver entonces que, aunque “no hayas matado a nadie”, en verdad eres menos bueno de lo que creías.

Tenemos que estar convencidos de nuestras miserias, pues ese será el verdadero conocimiento de nosotros mismos. Deberemos analizar esos pecados recurrentes: esas mentiras “inofensivas”, esos ojos que no se cansan de ver, esa lengua que no para de hablar mal, esos pensamientos que nos alejan del Bien… Ese egoísmo que tiene tantas maneras de aflorar e impedirnos ser más solidarios con los que nos necesitan…

Junto a la Virgen, querido hermano, querida hermana, encontrarás la esperanza necesaria para no desesperar al verte sin maquillajes. A través de su inmenso amor, Ella te irá dando la luz para que te conozcas a ti mismo, para aceptar tus errores con la verdadera intención de superarlos y para aceptar la voluntad del Padre sin objeciones.

Se recomienda en esta segunda etapa leer con frecuencia (mucho más de una vez) el Evangelio de San Lucas, Capítulos 11; 13; 16; 17 y 18. Muy especialmente, los siguientes pasajes 11,1-10; 13,1-15; 16,1-18; 17,1-10; 18,15-30.

Tercera parte. Segunda Semana: El conocimiento de María
Hay tanto qué meditar y qué decir sobre María, que podríamos llenar muchas hojas; por eso se hace muy difícil resumir brevemente el significado y la importancia de su existencia en nuestras vidas.

En esta semana, acercándonos ya a la etapa final de nuestra preparación, nuestra amada Madre nos invita a despojarnos de todo aquello que nos impide hablarle con sinceridad y plena confianza para pedirle su intercesión.

María quiere, a través de su amor maternal, recostar en su regazo a cada uno de sus hijos confundidos.
Va a brindarte, en un angelical y tierno abrazo, toda la seguridad que necesitas para pedir el perdón y así reconciliarte con Dios Padre y con su amado Hijo Jesucristo.

“Tenemos que unirnos a Jesús por María, ésta es la característica de nuestra devoción…”, nos dice San Luis María Grignion en la Pág. 52 de la “Preparación para la Consagración Total”. De allí la necesidad de conocer a María verdaderamente: de apreciar a María la Virgen, la mujer, la madre, la amiga, la confidente; el eje de nuestra Fe; hermana, luz, misericordia, bondad, pureza, inocencia, lealtad… A esa María que encierra en sí el mejor ejemplo de vida al que todos deberíamos seguir.

Aunque muchos la veneramos o respetamos, no todos le damos la importancia que Ella tiene en el camino de nuestra santificación; no le permitimos actuar en nuestras vidas con el Poder que el Altísimo le ha conferido como mediadora, intercesora y protectora de la Iglesia.

En esta tercera etapa de nuestra preparación, deberemos esforzarnos por imitar la grandeza y humildad de la Reina del Cielo. Vamos a reconocer en ella el molde perfecto en el que podemos ser moldeados y de esta manera, hacer nuestras sus intenciones y disposiciones.

Pero como nos lo advierte el santo autor, “…no lo conseguiremos sin estudiar la vida interior de María, o sea sus virtudes, sus sentimientos, sus acciones, su participación en los misterios de Jesucristo y su unión con Él”. (Obra Citada Pág.53)

Si es posible durante toda tu preparación, pero de un modo especial en esta tercera parte, te recomendamos el rezo diario del Santo Rosario.

Después de rezarlo, cuando puedas, lee los Capítulos 1 y 2 del Evangelio de San Lucas; poniendo especial atención a los siguientes versículos: Cap. 1,26 al 56 y Cap. 2,15 al 35 y 42 al 52. También se recomienda la lectura del Evangelio de San Juan, Capítulo 2, versículos 1 al 11 y Capítulo 19, 25 al 30.

Cuarta parte. Tercera Semana. El conocimiento de Jesucristo
En este periodo conoceremos a Jesús, al Hombre-Dios, que habiendo vencido a Satanás y a sus tentaciones, al mundo y a la misma muerte, se convierte en nuestro Señor.

Reflexionaremos también sobre su vida interior, las virtudes y los actos de su Sagrado Corazón. Meditaremos especialmente en su infancia y en su vida pública: la relación que tenía con la gente que lo seguía, sus parábolas, milagros y sanaciones…

Este conocimiento, nos conducirá al fin último, que es su amor, es su presencia en nuestras vidas. Así lo sostiene Grignion de Montfort: “Jesucristo nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin último de nuestras devociones; a no ser así, serían falsas y engañosas. Jesucristo es el alfa y el omega, el comienzo y fin de todas las cosas” (Obra Citada, Pág.87)

Se recomienda leer meditando profundamente el Evangelio según San Juan, Capítulos 14, 15, 16 y 17, y el Evangelio según San Mateo, Capítulos. 26 y 27.

¿Tentaciones…? ¡Precauciones!
Sabemos conscientemente que nacimos con inclinación hacia el pecado, esa es nuestra naturaleza caída, tal cual lo relata el Génesis. También lo dice Job: “Tentación, es la vida del hombre sobre la tierra.” Y tantos otros pasajes bíblicos…

Muchos se preguntarán por qué hablamos de tentaciones en esta nota, si el que la lee es justamente quien quiere deshacerse de ellas. Pero, aunque no lo hayamos pensado, es de allí de donde no se puede salir tan fácilmente, porque hay pequeñas y grandes ataduras que nos van estirando y envolviendo. Muchas veces no las aceptamos, o tal vez ni las percibimos.

En aquella primera faceta de “vaciado del espíritu mundano” de los primeros doce días, al que se hace referencia, es donde podemos quedarnos estancados, por no poder o no querer renunciar a aquellas “tentaciones”, que con tanta facilidad pueden convertirse en pecados.

Sabemos que todo aquello que nos conduce al bien, en este caso, la Consagración, se constituye en motivo de molestia para el maligno, por ello seguramente no faltarán las piedras de tropiezo en este arduo camino. Y esos obstáculos se verán reflejados en tentaciones, leves o fuertes, que irán probando permanentemente la fe que tenemos en nuestro verdadero Dios.
San Luis María nos dice que: “El principio de toda tentación es la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios” (“Preparación para la Consagración Total” según San Luis María Grignion de Montfort Pág.24)

Por tanto, cada uno debe tener cuidado y velar en oración. Debemos intensificar nuestra entrega a Dios para no dejar entrar al enemigo en nuestros planes de santificación; y esta práctica comprometedora no será la excepción.

Cómo hacer la Consagración
Conviene que inicies esta preparación con una confesión, y que igualmente, una vez concluidos los treinta y dos días, te reconcilies nuevamente con Jesús a través del sacramento del Perdón.

Ya renovado y dispuesto a comenzar un camino limpio, vas a recibir la comunión con la intención de entregarte totalmente a Jesucristo, en calidad de “esclavo de amor”, por medio de María.

Es conveniente tener lista la consagración escrita o impresa en un papel, ya que después de recibir al Señor en la Eucaristía, tendrás que repetirla frente a Él.

En la práctica, es importante para cada uno de nosotros “pagar” a Jesús y a la Virgen algún tipo de tributo para resarcir las faltas que tuvimos a lo largo de nuestra vida: Todas las infidelidades vividas, el renegar de Dios, el no aceptar Su voluntad, etcétera. Estos errores tienen que ser remediados…

El tributo que mencionamos, dependerá de la devoción y capacidad de cada persona, y de cuánto quiera ofrecer a Dios por su perdón. Puede ser un ayuno, una mortificación, una limosna o lo que uno quiera. Lo importante de todo esto, es la entrega y el amor con que cada quien lo haga.

Nuestro amado Dios conoce nuestro arrepentimiento y Su misericordia siempre será más grande que cualquiera de nuestros pecados.

Finalmente, recordamos que cada año deberá renovarse esta consagración en la misma fecha. No es necesario que se haga toda la preparación nuevamente, pues es de suponer que a partir de que nos Consagremos, nuestra vida habrá cambiado de rumbo, y tendrá como principio y fin el servicio a Jesucristo y a nuestros hermanos. Sion embargo, si deseas, puedes hacer la preparación cuantas veces consideres que lo necesitas.

La “Preparación para la Consagración total”, según Luis María Grignion de Montfort, trae una meditación y una oración para cada uno de los 33 días que dura.

Que Dios te bendiga y nuestra amada Madre María interceda por ti acompañándote en el camino de tu salvación.

Acto de Consagración de sí mismo
1.- A Jesucristo, la Sabiduría encarnada por medio de MARÍA (Tratado de la Verdadera Devoción pág. 176)
Arrodillados ante Dios, en voz alta, y con todo el corazón:
“¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre Virgen! Te adoro profundamente en el seno y en los esplendores de tu Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, tu dignísima Madre, en el tiempo de tu Encarnación.

Te doy gracias porque te has anonadado, te has hecho nada, tomando la forma de un esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio. Te alabo y glorifico porque te has sometido a María, tu Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por Ella tu fiel esclavo. Pero ¡ay! Ingrato e infiel como soy, no he cumplido las promesas que tan solemnemente te hice en el bautismo; no he guardado mis deberes, no merezco ser llamado tu hijo ni tu esclavo, y como nada hay en mí que no merezca tu repulsa y tu cólera, no me atrevo a aproximarme por mí mismo a tu Santísima y Augusta Majestad. Por eso he recurrido a la intercesión de tu Santísima Madre, que Tú me has dado como medianera para con Vos, y por este medio espero obtener de Ti la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.

Te saludo, pues, ¡oh María Inmaculada! Tabernáculo viviente de la Divinidad, en donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por los Ángeles y los hombres.
Te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido, todo lo que está debajo de Dios.
Te saludo, ¡Oh, refugio seguro de los pecadores, cuya misericordia no falta a nadie! escucha los deseos que tengo de la divina Sabiduría, y recibe para ello los votos y las ofertas que mi bajeza te presenta:

2.- Al Inmaculado Corazón de María
Yo, (Nombre del consagrante), pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en vuestras manos los votos de mi bautismo; renuncio para siempre a Satanás, a sus presunciones y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz tras Él todos los días de mi vida. Y a fin de que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, os escojo hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y mi Señora. Os entrego y consagro en calidad de esclavo mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, otorgándoos un entero y pleno derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a vuestro agrado, a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.

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