angel-custodio-2El 2 de Octubre nuestra Iglesia celebra la Fiesta de los Ángeles Custodios.

La Dirección de Formación de nuestro Apostolado ha preparado este material para que podamos conocer un poco más acerca de lo que la sana doctrina de la Iglesia nos enseña sobre ellos. Lo compartimos aquí con ustedes, para ayudarles a incrementar esta santa y conveniente devoción.

“Porque en Él (Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él” (Colosenses 1,16)

 

Puedes hacer «click» en la imagen de abajo para obtener todo el material en un documento PDF

También tenemos un material sencillo, destinado especialmente a niños y jóvenes, en formato de tríptico. Para obtenerlo, haz click AQUÍ

santos-angeles-custodios

Los Santos Ángeles Custodios

 El día de hoy, 2 de octubre, la Iglesia universal recuerda a los santos ángeles custodios, también conocidos como “Ángeles de la Guarda”. Fue en el año 1608, cuando el Papa Clemente X instituyó oficialmente esta Fiesta.

Sobre esta hermosísima realidad de la Providencia y Amor de Dios –lamentablemente muy poco conocida, agradecida y venerada— conviene empezar explicando un poco la realidad, naturaleza y condición de los ángeles; es decir: qué son, cuál es su función, cuando fueron creados, y las diferentes corrientes del “new age” que confunden a los creyentes y los ponen en situación de enorme riesgo espiritual.

Comenzaremos diciendo lo que la mayoría sabe: Que son criaturas de Dios, invisibles y espirituales. Pero esta realidad va mucho más allá…

Pensemos lo que sería el mundo si solo existiera lo que el hombre puede y es capaz de percibir con sus sentidos. Tendríamos un mundo con un contenido muy pobre. Si el mundo existiera de esta forma, sin tomar en cuenta el pasado ni el futuro, sin iniciativa creadora, todo avance hacia el bien y la felicidad sería una total y rotunda contradicción, es decir, un sinsentido. La materia sería la única y máxima aspiración, y en consecuencia, la vida humana sería una carrera más o menos exitosa, más o menos alegre, más o menos infeliz, desde la cuna hasta la fosa.

Pero el hombre puede, con su razón y sentido espiritual, ensanchar notablemente su comprensión del mundo y ver, que además de la parte física, existe un enorme mundo espiritual. Todo el avance de la  ciencia y la tecnología, nos han hecho ver y entender cuán vasto es nuestro horizonte.

Sabemos que el Universo en el cuál vivimos es inmenso, muy grande, más no infinito, y nuestro ser tiene la consciencia de la infinitud.  Por lo tanto, la misma comprensión del mundo, se ha hecho más espiritual.

El Canon 327 del CIC nos dice: “La profesión de fe del IV Concilio de Letrán afirma que Dios, ‘al comienzo del tiempo, creó a la vez de la nada una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana; luego, la criatura humana, que participa de las dos realidades, pues está compuesta de espíritu y de cuerpo’ (Concilio de Letrán IV: DS, 800; Cfr. Concilio Vaticano I: ibíd., 3002 y Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8).

Ante toda la invasión de Pseudo teólogos-espiritistas, que llenan de ficción, herejías y pecado el mundo en que vivimos, la religión cristiana brinda al hombre actual un concepto claro y sano sobre el mundo espiritual. En efecto, nuestra Iglesia enseña que, además de nuestro mundo físico, existe un gran mundo Angélico. Los ángeles, al igual que los humanos, tienen intelecto, la libre voluntad y los sentidos, pero son espíritus incorpóreos. Así en realidad, el mundo humano es sólo una gota en el mar de la vida inteligente.

La existencia de los ángeles es una verdad de fe, que está sustentada en la Palabra de Dios revelada, y en la tradición de la Iglesia.  En el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) en su canon 328, podemos leer: “La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición”.

Al leer que “En el principio Dios creó el Cielo y la tierra” (Gen 1,1) se puede ver la primera indicación de que Dios creó el mundo angélico, que es la contraparte de la «tierra» o mundo físico, y se llama «el cielo.» Los Ángeles ya existían cuando fue creado el cielo de estrellas, lo que se percibe de las palabras del Señor dirigidas a Job: “Cuando fueron creadas las estrellas, me alabaron todos mis Ángeles” (Job 38,7).

Ángel significa “enviado” o “mensajero”. Con estas palabras se define principalmente su relación con los hombres. Ellos, como hermanos mayores, nos hacen conocer la voluntad de Dios y nos ayudan en nuestra salvación.

Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. “Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (San Basilio Magno). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

A continuación, leeremos un extracto de la Obra de San Buenaventura llamada “Breviloquio”, donde de manera clara nos enseña la realidad de la naturaleza espiritual de nuestros hermanos mayores de camino, los ángeles…

“Se ha de saber que los ángeles, desde su misma creación, poseen cuatro atributos, que son: simplicidad de esencia, distinción personal, facultad racional, con memoria, entendimiento y voluntad, y libertad de albedrío para elegir el bien y desechar el mal.

A estos cuatro atributos principales acompañan otros cuatro: eficacia en el obrar, oficiosidad en servir, perspicacia en conocer e inmutabilidad después de la elección, sea en el bien, o sea en el mal.

Respecto a la apostasía de los demonios, se ha de saber que Dios hizo buenos a los ángeles, pero les puso en lugar intermedio entre Él, sumo bien, y el bien mudable, que es la criatura; de tal manera que, si se inclinaban a amar el bien, que está por encima, se elevaran al estado de gracia y de gloria; más si se volvían al bien mudable, que está por debajo, por eso mismo cayeran en el mal de culpa y de pena; porque no se da “el deshonor del pecado sin el honor o belleza de la justicia”.

El principal entre los ángeles, Lucifer, presumiendo de su bien particular, apeteció su particular excelencia, queriendo sobreponerse a los demás, y por eso cayó con todos sus secuaces. Y cayendo se hizo impotente, obstinado, obcecado y excluido de la contemplación de Dios y desviado del orden en su obrar, esforzándose con todo empeño en derribar al hombre por medio de múltiples tentaciones.

Su voluntad impía y su obrar, apartados de Dios, se convirtieron en odio y envidia del hombre; y la perspicacia de la razón, cegada por la verdadera luz, se volvió a los engaños de la adivinación y del fraude; y la oficiosidad en el servir, apartada de su verdadero ministerio, se dedicó a tentar; y su poder disminuido y coartado se emplea, en cuanto le es permitido, en hacer maravillas por medio de cambios súbitos que opera en las criaturas corpóreas. Y porque todas estas cualidades salieron fuera del orden debido, por la voluntad depravada por la soberbia, todas ellas las emplea en aumentar su soberbia, buscando ser honrado por los hombres y adorado como Dios. De ahí que “todo lo hace mal”, lo cual, sin embargo, Dios lo permite ahora justamente para castigo de los malhechores y honra de los buenos, como se manifestará por el juicio final.

Sobre esto el Señor nos dice en el siguiente mensaje: “Disuélvete en Mí como una pequeña gota de agua en un vaso de vino.  No te desanimes, recuerda las veces que te puse obstáculos. Ya tenía Mis planes para ti.  Antes debías madurar.  Ahora te He admitido en Mi Escuela y el Maestro Soy Yo, aprende de Mí, Yo no escatimo ninguna fatiga.  Me dedicaré a ti desde la mañana hasta la noche y cuando duermas, te abrazaré a través de tu Ángel Custodio.  (Le pido al Señor que no me suelte más) Tú te has soltado de Mi mano, no He sido Yo quien te soltó.  Renuncia a tu voluntad, hijita. Vuélvete a santiguar, no lo hagas distraída, piensa en la Santísima Trinidad.  Cuando sientes dolor por tus pecados, recojo ese dolor como una abeja recoge el polen y luego con amor, lo transformo en miel en sus mismas almas.

No sean insensibles.  Que no sea la rutina quien los traiga a Mi mesa para beber Mi sangre y embriagarse con ella, sino el fervor y la caridad que se encienden al contacto con Mi amor.

Desde que Satanás sabe que va a quedarse ciego, adueñado de una enorme sed de venganza, atormenta a las almas, haciéndose más sutil y hábil en su lucha.  Pero si viven conforme a Mis gracias, impedirán su influencia en un radio de acción mayor.

Permanezcan en oración, hijos Míos, aunque vean que sus trabajos se multiplican, porque eso es obra del enemigo malo que desea turbarlos.  Cuando sientan tristeza, canten, cuando estén desolados oren, y sentirán Nuestro consuelo…  No estén acongojados, al contrario, alégrense y glorifiquen al Padre, porque muy pronto enviará a Su Hijo amado, para reinar entre ustedes.

Tapen sus ojos, cierren sus oídos y paralicen su lengua a las cosas del mundo.  Abran sus corazones a la Luz del Espíritu Santo, abran sus oídos a la Santa Palabra del Maestro, abran sus labios para alabar y bendecir a la Trinidad Santísima.

Amados Míos, oren y hagan penitencia por la conversión de sus familias y hermanos de comunidad.  Pequeños hijos, acompáñenme en Mi dolor los Primeros Viernes, haciendo Vigilias de Consuelo y Reparación. Consuelen a Mi Madre Santa que llora por la perdición de muchas almas incrédulas”. (CA141).

 

Acerca de la confirmación de los ángeles buenos, se ha de admitir que, así como los ángeles apartados de Dios quedaron inmediatamente obstinados por la impenitencia, así los que se volvieron a Dios inmediatamente fueron confirmados en la voluntad por la gracia y la gloria, perfectamente iluminados en la razón […], perfectamente fortalecidos en el poder, tanto imperativo como ejecutivo, y perfectamente ordenados en la operación, así contemplativa como ministerial; y esto según la triple jerarquía, a saber: suprema, media e ínfima. A la jerarquía suprema pertenecen los tronos, los querubines y los serafines; a la media, las dominaciones, las virtudes y las potestades; a la ínfima, los principados, los arcángeles y los ángeles. De los cuales muchos son enviados para el servicio de los hombres y destinados a la guarda de los mismos, a quienes sirven purificando, iluminando, y perfeccionando conforme al imperio de la voluntad de Dios.

En cuanto a la voluntad, se hicieron estables y felices; en cuanto al entendimiento, perspicaces, de manera que no sólo conocieran las cosas en su género propio, sino también en el arte eterno […] En cuanto al poder, fueron perfectamente fortalecidos, tanto para imperar como para ejecutar, ya tomando cuerpo, ya sin tomarlo. En cuanto al obrar, fueron perfectísimamente ordenados, de modo que ya no pudieran desviarse ni subiendo a la contemplación de Dios ni bajando al servicio del hombre; porque como ven a Dios cara a cara, siempre andan dentro de Él a cualquier parte que sean enviados.

Pues son movidos y obran según el orden jerárquico iniciado en ellos por la naturaleza y consumado por la gloria, la cual, fijando la volubilidad del libre albedrío, ilustró la perspicacia, ordenó la oficiosidad y robusteció el poder, conforme a los cuatro atributos citados más arriba.

La perspicacia de la razón en el contemplar se ordena principalmente, o bien a la veneración de la majestad divina, o bien a la inteligencia de la verdad, o bien al deseo de la bondad; y conforme a esto hay tres órdenes en la primera jerarquía, correspondiendo la reverencia a los tronos; la sabiduría a los querubines; y la benevolencia a los serafines.

A la perfecta eficacia pertenece la virtud imperativa, la virtud ejecutiva, y la virtud expeditiva. La primera pertenece a las dominaciones; la segunda a las virtudes, y la tercera a las potestades, de cuya incumbencia es apartar las potestades contrarias.

A la perfecta oficiosidad atañe regir, revelar y socorrer. Lo primero es de los principados; lo segundo de los arcángeles, y lo tercero de los ángeles, pues vigilan para que los que están en pie no caigan, y a los caídos les ayudan para que se levanten.

Y así es evidente que todos estos atributos se encuentran en los ángeles en mayor o menor medida, descendiendo gradualmente de lo más alto a los más bajo. Pero cada orden recibe su denominación de aquello que ‘sobresale más en su oficio”.

En el Salmo 90,11, nos sugiere el salmista llamarle a nuestro Ángel “Guardián o Custodio”. Nuestros ángeles siempre vienen en nuestra ayuda cada vez que los necesitamos, no solamente en situaciones extraordinarias, o cuando los invocamos.

Nuestros ángeles custodios, con gran dedicación y diligencia, permanecen con nosotros a toda hora y en todo lugar, nos ayudan, piensan en nuestras necesidades, sirven de intermediarios entre nosotros y Dios, elevando a El nuestras quejas y suspiros… Nos acompaña en todos nuestros caminos, entran y salen con nosotros, observando cómo nos comportamos y con qué empeño deseamos y buscamos al Reino de Dios.

Un pensamiento semejante tiene San Basilio el Grande: “Con cada fiel hay un Ángel, quien como niñera o pastor dirige su vida” y para demostración cita las palabras de David, el salmista: “A sus Ángeles dirá sobre ti — que te protejan en todos tus caminos…” “Ángel del Señor hará guardia alrededor de los que Le temen y los ayudará” (Sal 90,11. 33,8).

¿Qué ayuda puede prestarnos nuestro ángel custodio? Se excluye que pueda mover directamente nuestra voluntad, ya que cualquier influjo directo sobre ella por parte de una criatura comprometería su libertad. Sin embargo, el campo de la actividad angélica es amplio: están las pasiones y la fantasía, por medio de las cuales los ángeles pueden ejercer su influencia indirecta sobre nuestra voluntad y también sobre nuestra inteligencia. No quizás con influjos conscientes por nuestra parte, pero sí a través de insistencia en imágenes o inclinaciones buenas que se presentan a menudo y eliminan las malas, y así nos atraen y conmueven y nos inducen a realizar acciones virtuosas.

Será la protección del mal tanto físico como moral. El ángel custodio influirá en la imaginación del protegido como en la del adversario, para evitar a tiempo, y sin que se den cuenta, incidentes y tentaciones demasiado graves. No hay que olvidar, además, que el ángel custodio ora por su protegido y ofrece junto con él sus obras buenas a Dios (Tobías 12,12).

En cuanto a nuestro ángel de la guarda, San Bernardo escribe muy concisamente: “Respeto por su presencia, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia”. Podemos comunicar a nuestro ángel nuestros pensamientos más íntimos. Es normal que lo hagamos participar de nuestra vida espiritual, en todos nuestros ideales y propósitos. El ángel custodio tendría que convertirse en nuestro amigo íntimo, que Cristo nos ha dado para estar más cerca de nosotros. Quien pretendiese poder prescindir de la ayuda de su ángel, despreciaría la ayuda que el mismo Dios ha querido darnos.

En cuanto al ángel custodio de los demás, podemos valernos de su ayuda para que nuestra palabra sea escuchada con mayor interés, especialmente por los más alejados de Dios, para que la doctrina de Cristo que les anunciamos permanezca más tiempo en sus mentes y tenga mayor influencia en ellos. El mismo Cristo nos advierte que el Diablo puede arrebatar la buena semilla sembrada por la predicación (Lucas 8,12). Por lo tanto, los buenos ángeles pueden hacer lo contrario: ayudar a que esa semilla fructifique…

Además, todo lo que podemos pedir para nosotros mismos, también podemos pedirlo para el prójimo, dirigiéndonos directamente a su ángel custodio.

En la vida de muchos santos la presencia de los ángeles era sentida por ellos de manera muy cercana y singular. Es por eso, que con mucha fe y devoción debemos tener presentes siempre a nuestro ángel de la guarda. Amarle, agradecerle y tomarle en cuenta para que sea él quien nos ayude a discernir en oración, y a través de la Gracia, qué es lo que el Espíritu Santo quiere de nosotros.

Son nuestros amigos más fieles y amorosos, y no terminarán su trabajo o misión hasta que, el alma que les ha sido encomendada, pueda regresar triunfante a la Casa del Padre.

El Catecismo nos recuerda la doctrina del ángel custodio: Desde la infancia (Cfr. Mt 18,10) a la muerte (Cfr. Lc 16,22), la vida humana está rodeada de su custodia (Cfr. Sal 34,8; 91, 10-13) y de su intercesión (Cfr. Jb 33,23-24; Za 1,12; Tb 12,12). “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (S. Basilio, Eun. 3,1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

Conectemos con este gran amigo invisible, invoquémosle a menudo. Nos hará sentir su presencia y amistad espiritual. (Cfr. CIC, 336).

Así el cristiano debe recordar a su buen Ángel (se le puede dar algún nombre que, en oración, queramos darle para llamarlo), que durante toda su vida se preocupa por él, se regocija con sus éxitos espirituales, se acongoja con sus caídas. Cuando el hombre muere, el Ángel lleva su alma a Dios. Según muchos testimonios, el alma reconoce a su Ángel Guardián, cuando llega al mundo espiritual.

Nos dice el Señor en La Gran Cruzada de la Misericordia 148: “Hija Mía, arriba donde el viador encuentra la felicidad, un coro de Ángeles santos saluda el ingreso de las almas salvadas tributándome a Mí, Salvador de almas amantes y eternamente enamoradas.

Todos los Ángeles hacen eco triunfal para saludar al alma que ha llegado al puerto de la felicidad y el alma, abismada en el esplendor, fija su mirada en Mí que la esperaba lleno de Amor.

No sólo los Ángeles les hacen corona el día en que entran radiantes en Mi Paraíso, sino también otras criaturas santas están presentes para tributarles alabanzas y amor.

Ustedes encuentran a los celestiales espíritus todos juntos para saludarlos. Ven a algunos ya cercanos a ustedes por afecto o necesidad de cosas humanas, profetas de la Antigua Alianza, gigantes de la Nueva Alianza, ilustres Santos del Cielo que fueron siempre desconocidos en la tierra. Pontífices, Sacerdotes, víctimas divinas, criaturas que vivieron rectamente entre la idolatría y la barbarie, hombres de todas las edades pasadas, Mártires y Vírgenes, oscuros héroes de la familia, algún rey de la tierra y una inmensidad de otras criaturas santas cuyo nombre está escrito en Mi Corazón y en lo alto del Cielo con caracteres de oro.

Pero otros Santos más conocidos irán al encuentro del alma que hace su ingreso al Paraíso y finalmente pueden conocer a su Ángel custodio que los acompaña con noble cortejo de otros Ángeles que se unieron en la vigilancia y custodia de ustedes, suministrándoles Mi Santa Palabra y dándoles las unciones que Mi Espíritu quiso para su beneficio.

Todos estos hermanos suyos los esperan y de todos recibirán un calurosísimo abrazo.  ¡Sin embargo, todo esto es lo de menos! ¡Oh, si supieran qué les Ha preparado este su Señor!” (CM148).

 

ANÉCDOTAS DE SANTOS CON SU ÁNGEL DE LA GUARDA:

c3a1ngeles*El Padre Eusebio contó: Estaba viajando a Londres en avión, contra el consejo del Padre Pío que no quiso que yo usara este medio de transporte. Mientras sobrevolamos el canal de la Mancha una violenta tempestad atacó el avión, y nos encontrábamos en grave peligro. Entre el terror general yo recité el acto de contrición y, no sabiendo que otra cosa hacer, le mandé al Padre Pío a mi Ángel de la guarda, suplicándole ayuda urgente. De regreso a San Giovanni Rotondo fui a ver al Padre Pío.

-«Chico» – me dijo – «¿Cómo estás?” “¿Ha quedado bien todo?”

-«Padre, le dije; estuve a punto de morir» – «Y entonces por qué no obedeces?”

– «Pero yo le he mandado al Ángel de la guarda»…

– ¡Y menos mal que ha llegado «a tiempo»!

*Un abogado de Fano, Italia, estaba regresando a su casa en Bolonia, Italia. Él estaba conduciendo su vehículo que era un modelo FIAT 1100. En el vehículo se encontraban su mujer y sus dos hijos. En algún momento, sintiéndose cansado, el abogado debió ser reemplazado del volante por su hijo mayor, Guido, el cual se encontraba durmiendo. Después de algunos kilómetros, en las cercanías de San Lázaro, también el hijo se durmió. Cuando se despertó, se dio cuenta de encontrarse a un par de kilómetros de la población de Imola. Asustado él gritó: «¿quién ha conducido el carro? ¿Les ha ocurrido algo?…

– No – le contestaron todos. El hijo mayor, se despertó y dijo haber dormido intensamente. La mujer y el hijo menor, incrédulo y maravillado, dijeron de haber constatado un modo de conducir diferente de lo usual: a veces el coche estuvo a punto de chocar contra otros vehículos, pero a última hora, los evitó con maniobras perfectas. También la manera de hacer las curvas era diferente. «Sobre todo» dijo la mujer no nos ha golpeado «el hecho de que tú te hayas quedado inmóvil por mucho tiempo, y ya no hayas contestado a nuestras preguntas… «; dijo el marido: «Yo no pude contestar porque me dormí. Yo me quedé dormido por quince kilómetros. No he visto y no he sentido nada por qué me dormí…. Pero ¿quién ha conducido el automóvil? ¿Quién ha impedido los accidentes…?”

Después de un par de meses el abogado fue a San Giovanni Rotondo y el Padre Pío, en cuanto lo vio, apoyándose en su hombro, le dijo: «Tú te quedaste dormido y el Ángel de la guarda te condujo el vehículo». El misterio fue revelado.

* San Juan Bosco narra que el día de la fiesta del Ángel de la Guarda, un dos de octubre, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio y que en esa semana dos jóvenes obreros estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo oído y exclamó: «¡Ángel de mi guarda!». Cayeron sin sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron muerto, y cuando levantaron al segundo, al que había invocado al Ángel Custodio, este recobró el sentido y subió corriendo la escalera del andamio como si nada le hubiera pasado. Preguntado luego exclamó: «Cuando vi que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y sentí como si me pusieran por debajo una sábana y me bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo más». Así lo narra el Santo.

RECOMENDACIONES:

Ya para concluir este espacio, comentando lo que San Bernardo en el año 1010 nos dijo, en un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases:

-Respetemos su presencia (portándonos como es debido).

-Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar).

-Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan)”.

 

ORACIÓN AL ÁNGEL CUSTODIO:

Ángel de Dios, que eres mi protector, a mí que te he sido confiado por la Piedad de Dios, ilumíname, protégeme, guíame y condúceme. Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me dejes solo ni de noche ni de día, no me dejes sólo que me perdería. Amén.

 

ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA:

Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día Las horas que pasan, las horas del día, si tú estás conmigo serán de alegría.

No me dejes solo, sé en todo mi guía; sin Ti soy chiquito y me perdería… Ven siempre a mi lado, tu mano en la mía. ¡Ángel de la guarda, dulce compañía! Bendita la luz del día y el Señor que nos la envía. ¡Bendito el Niño Jesús, bendita Santa María! Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo. (Devocionario Católico).

 

Bibliografía: *Extractos de los escritos de San Juan Damasceno “La fuente de la Sabiduría” Segundo libro.

*Escritos de Benedicto XVI a cerca de los ángeles y la naturaleza espiritual.

*Catecismo de la Iglesia católica (CIC).

*Santo Tomás de Aquino “Suma Teológica” Parte primera cuestión 50.

*Extracto de la Obra “Breviloquio” de San Buenaventura.

*Mensajes de La Gran Cruzada